El final de la temporada, hermoso y rebelde, cuando los atardeceres encienden el estanque de Gruissan. Las viñas se enrojecen, los vendimiadores se agachan. El mercado del pueblo y los productores locales agudizan sus sentidos. En la niebla de la mañana, el flamenco y la elegante avoceta se deleitan con algo de comida mientras el pescador levanta sus redes.

Gruissan en otoño está adornado con luces de acuarela, ¡así que déjate soñar!

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